I just remembered now. Going through all my youth photographs. She was a special creature. It´s funny how an image all of a sudden can transport you to a different time. A different world. A different age. Now I remember her clearly. As if she was still here. As if she never left. I remember her light. I remember myself desiring being her just for one day. Just to see how it feels. I never became her obviously. But she allowed me to become part of her world, and shared all that with me. That is why I never felt envious. I just used to admire her so much. Years passed by and I forgot about her. As you forget about things that you own but you don´t see. As you forget things when no one reminds you to accomplish them. Sad, somehow. But no one is indispensable. And now, sitting here, see her picture and feel a tremendous wish of being her just for one day. Just to see how it feels.
Intenta encajar los golpes, lleva la cabeza alta. Que no te tomen el pelo. Vota a los demócratas en todas las elecciones. Pasea en bici por el parque. Sueña con mi cuerpo inigualable y perfecto. Toma vitaminas. Bebe ocho vasos de agua al día. Apoya a los Mets. Ve mucho al cine. No te mates a trabajar. Haz un viaje conmigo a París [...] Cepíllate los dientes después de cada comida. No cruces la calle con el semáforo en rojo. Defiende al débil. Hazte valer. Recuerda lo hermosa que eres. Acuérdate de lo mucho que te quiero. Bebe un whisky con hielo todos los días. Respira profundamente. Mantén los ojos abiertos. No comas grasas. Sueña el sueño de los justos. Recuerda cuánto te quiero.
- Siempre he tenido debilidad por los granujas - observé-. Como amigos quizá no pueda confiarse en ellos, pero imagínate lo sosa que sería la vida sin ellos.
I met you on Tuesday. We bumpt into each other on Wednesday. On Thursday we decided to have a coffee. The coffee ended up on a dinner on Friday. Friday continued on Saturday morning. And on Sunday I decided i didn´t want to see you anymore. Sorry.
Recuerdo la primera vez que pisé esta ciudad, tenía dieciocho años y toda mi ilusión era ir a la Rue de la Montagne, entrar en Valentino y probarme uno de sus largos vestidos en su clásico rojo. Efectivamente, fue una misión cumplida, creo que aun debo guardar la foto por alguna parte. Sin embargo, pasan los años, y nuestras ilusiones y prioridades cambian. No es que me hayan dejado de gustar los "valentinos", es que simplemente ahora los tengo mucho más a mano debido a mi trabajo. No los poseo pero están a mi alcance. Y ya se sabe, que cuando tienes acceso algo, pierde la gracia. Recuerdo la ilusión que me hizo entonces el simple hecho de pasearme por sus calles y avenidas, pasar por las faldas de la torre Eiffel, recuerdo entonces una cena en el Hotel Costes y los amigos que hicimos, el estilo de las francesas y sobretodo la buena compañía de ese viaje. Desde entonces he tenido la suerte de volver cada año, cada vez con una función distinta. Esta última vez me gustó París, como siempre. Es una suerte poder pasear por París con tu mejor amiga. Fumar cigarrillos y beber vino en las terrazas, comer crepes de nutella a deshora, encontrarse con gente por casualidad, admirar los colores de los macarons sin hincarles el diente (lo admito, no me gustan) y admirar más aun el aguante de la gente en la cola de Ladurée de la Madeleine, sacarse fotos con la torre Eiffel de fondo, ir al museo Dórsay y pelear con el de la puerta, pasear sin rumbo, cenar bagguette y embutidos en una pequeña azotea de la Rue Saint Dominique, ir como tradición a Colette y saber que nunca podrás comprar nada ahí... Es una suerte partirse de la risa al ver que nuestro encantador amigo francés corre tras un taxi para que no pasemos frío, llevar un gorro fedora y sentirte "tres chic", probarte algo que sabes que nunca te vas a comprar, pero aun así te lo pruebas. Hacernos las ricachonas e ir a tomar una copa de vino a un hotel por el módico precio de dieciséis euros, y gastarnos gustosamente unos veinte en una mostaza de trufa que es, aviso para navegantes, el dinero mejor gastado. Adereza mis insulsas ensaladas y verduras londinenses. Y así, me transporto a París y a sus empedradas calles antes de meterme en la cama. La próxima vez, me prometo a mi misma, escribir esto en francés. Au revoir. Hasta pronto, París.