1. Capítulo uno
Hay varias
maneras de crecer.
Durante una época crecemos de tamaño, nos reímos de los que
son más pequeños, o de aquellos que son más altos. También de los excesivamente
flacos, o de los más gorditos.
Comparamos a ver quién es el más rápido, el que salta más
alto o el que más come.
Las niñas con las niñas, los niños con los niños. Épocas en
las que los niños te levantan la falda y juegas al escondite y a los muñecos.
Épocas de bocadillos de nocilla, actimel y cumpleaños con piñata. Un día de
repente levantas la cabeza y te ves sentada en tu casa, pagando tus facturas y
de camino al trabajo, igual que hacía tu padre todas las mañanas después de
desayunar. Y sin querer te das cuenta que ya has crecido, no sólo de estatura,
y que evidentemente no hay vuelta atrás.
Todo esto me vino a la cabeza al encontrar entre las cajas
tus cartas. Dándome cuenta de lo mucho que ha pasado desde la última vez que te
vi.
Lo cierto es que me vienes a la mente en ocasiones. Quizá
más veces de las necesarias, y me pregunto como estás, si te va bien, si estás
sano, si ganas dinero suficiente. Me pregunto si te has casado, o si tienes
éxito en tu carrera y si has vuelto a conducir.
Me pregunto dónde vives ahora y si tienes una casa bonita,
si has viajado a lugares recónditos estos últimos años y sobretodo si estás contento.
Lo cierto es que en mi caso las cosas han cambiado, pero no
drásticamente. Sigo viviendo en París, he cambiado de casa unas 5 veces . Tengo
un trabajo que me gusta, aunque a veces me queje. Y desde la última vez que nos
vimos he estado en unas 16 ciudades diferentes. Voy en bici cuando puedo. Me
sigue gustando tocar el piano, leer, ver películas y las exposiciones
fotográficas. Sé un poco más de arte y arquitectura, pero sigo siendo una
ignorante en política. Hablo tres idiomas, cocino decentemente de vez en cuando,
sobretodo cuando vienen amigos a casa y en lo que la mayoría de mis amigas han
tenido un novio que conservan, yo he tenido unos cuantos. A lo que mi
madre se echa las manos a la cabeza y dice “¿Otro?” y yo respondo que sí, que
este es el hombre de mi vida. Aunque lo cierto es que en general me acabo aburriendo
soberanamente, y me duran lo que un suspiro. Y curiosamente hay veces que me
viene a la cabeza como sería estar ahora tu lado. Si todavía nos reiríamos por
las mismas cosas, o si discutiríamos por las mismas tonterías. Y si la vida
sería tan fácil como era entonces. Y de repente me doy cuenta que te echo de
menos.
M.P
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